Parece que fue ayer; quizás fue mucho antes de ayer. No podría precisar la fecha.
A pesar de todo, siguen ahí: a nuestro lado.
De mi memoria parten recuerdos entrañables, de precisos y preciosos momentos compartidos.
Rozan con su presencia los hábitos blancos de quienes aún los vestimos.
Elevan, con su esperanza cierta, más aún los verdes capirotes.
En silencio, unos forjaron lo que les transformó en lo que ahora son. Entre ritos obligados muchos no sabían lo que encerraban aquellas oraciones que interpretaban ellos.
Muchos de los que procesionan con nosotros tuvieron la dura experiencia de la cruda realidad que ampara una posguerra. También muchos de ellos –fieles hermanos silentes- pasaron por la misma no dejando que el desánimo ni el odio mermaran su coraje; siguiendo al pie de la letra el mensaje olvidado por algunos y que ellos quisieron manifestar cada Viernes Santo a todas las personas que se acercaban a escuchar la predicación de las Siete Palabras.
En silencio, otros, tuvieron suerte dispar. Algunos se marcharon pronto, muy pronto, abandonando numerosos afectos; pero dejaron tras de sí el recuerdo de su compañía, de su cariño, de su trabajo constante; no fueron renombradas personalidades, ni pudieron hacer, para satisfacción de su ego, ostentación de bienes materiales, cosa que ahora tanto se lleva, pero no les importó porque sabían, mirando la procesión de su cofradía, que a los ojos bondadosos del Padre todos somos lo mismo, iguales, como cuando salimos de verde y blanco; quizás, por ello, quieren recordarnos que en el empeño de nuestras creencias está la base de nuestras actitudes; por eso siguen con su ejemplo y no faltan a su cita –como fieles hermanos- con las procesiones de su cofradía. Otros, que se fueron despintando a la vida como un guiño al destino, pueden hacernos comprender la fragilidad del obelisco cuando llega el terremoto…
Mirando la cruz de nuestra Cofradía, en la que están todos sus nombre, veo la Cruz de Cristo que, independientemente de nosotros, a todos convoca sea cual sea su procedencia.
Es en esa cruz en la que algún día también podré salir yo procesionando fiel a mi Cofradía. Es en esa cruz en la que algún día todos nos reuniremos para procesionar juntos. Es en esa cruz en la que algún día todos estaremos junto a Cristo, que nos indica desde su mensaje agónico el camino para llegar al Padre. Es en esa cruz en la que algún día rezaremos alabando todos en el mismo idioma. Es en esa cruz en la que algún día nos sentiremos independientes de todo lo material. Es en esa cruz en la que algún día seremos recibidos por la totalidad de quienes ya están allí. Es en esa cruz en la que algún día ya no habrá cruz porque la unidad con el Padre será total. Mientras, no faltarán las manos de otros hermanos para llevarla.
Fernando Guallar Alcolea
Fotografía del banner: las dos Cruces In Memoriam en la que figuran inscritos los nombres de los hermanos difuntos de la Cofradía (fotografía de Alberto Olmo).