Sin lugar a dudas, el Dr. Francisco Izquierdo Molins fue uno de los sacerdotes más influyentes de la iglesia zaragozana del siglo XX, dejando una profunda huella en quienes le conocieron por su carisma y liderazgo, su fe incondicional en el hombre y en la Gracia de Dios, su creatividad y capacidad de emprendimiento, su entrega total y absoluta, su celo apostólico sin límites, su tesón inagotable y su fuerza de voluntad inquebrantable que le hicieron superar todo obstáculo y adversidad.
«Mosén Francisco era un sacerdote que hacía de su vida una entrega total. Amaba al hombre de tal suerte (sabía que había sido creado a imagen y semejanza de Dios y estaba llamado a ser su hijo) que dedicó toda su vida a formar hombres, a ayudar a hombres, a protegerlos contra todos los peligros.
Era sencillo, amable, tenaz, un poco desaliñado, como un “cura de pueblo” aragonés. Tenía, al propio tiempo, la persuasión del que, convencido de un ideal, se ha entregado totalmente a él. Y escondía una inteligencia muy superior a lo común y una tenacidad, fortaleza, en su entrega al hombre que le hacía irresistible. Nunca se imponía: pero siempre se salía con la suya, esto es, siempre conseguía ganar a Jesucristo a quien se le acercaba».
Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Vicente Enrique y Tarancón, cardenal y arzobispo de Madrid
Mosén Francisco, como simple y llanamente quería que fuera llamado por todos, será recordado por ser el mayor impulsor del apostolado seglar zaragozano, muy especialmente de la “Acción Católica”, en donde sería “Consiliario diocesano de la Juventud” o del “Consejo Diocesano de Hombres”, fundando a su vera numerosas obras de proyección apostólica de gran trascendencia en nuestra ciudad entre las que, por supuesto, se encontraba la Cofradía de las Siete Palabras y de San Juan Evangelista, su querida Cofradía, en la que siempre estuvo presente mientras su salud se lo permitió, participando intensamente en todo acto, capítulo o procesión.
I) Mosén Francisco Izquierdo Molins, un hombre de Dios en pleno siglo XX

Francisco Izquierdo Molins nació el 1 de Abril de 1903 en Torrecilla de Alcañiz, lugar donde pasó su primera infancia, siendo hijo del farmacéutico titular de esta localidad del Bajo Aragón y Alto Teruel.
A pronta edad sintió la llamada del Señor, ingresando en el Seminario Menor de Belchite para iniciar su carrera eclesiástica, completando sus estudios en la antigua Universidad Pontificia de Zaragoza (actualmente, reconvertida en el C.R.E.T.A.) logrando la calificación de meritissimus en todas las asignaturas que cursó. Posteriormente, se doctoraría en la Facultad de Filosofía Escolástica, iniciando después los estudios de Derecho Canónico, que simultaneaba con el cargo de profesor auxiliar o pasante de cátedras, para el que fue nombrado el año 1920.
En el mes de diciembre de 1926 recibió la ordenación sacerdotal, concluyendo ese mismo año sus estudios civiles en Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza. Al poco tiempo, fue nombrado coadjutor de la parroquia de Ainzón durante tres años obteniendo en 1930, en concurso general a curatos, la parroquia de «Nuestra Señora de la Piedad» del pequeño municipio rural de Plenas, perteneciente a la comarca de Belchite. Al comenzar el curso 1932-1933 sería nombrado profesor del Seminario General Pontificio de San Valero y San Braulio de Zaragoza, ubicado en la plaza de la Seo, y capellán del convento de Santa Rosa de la Congregación de Misioneras Dominicas del Rosario, pasando a ser desde 1935, beneficiado de la Iglesia Parroquial de San Miguel de los Navarros donde permaneció casi tres lustros.
En esta década de los años treinta del siglo XX, mosén Francisco encontraría su verdadera función pastoral, la misión a la que estaba llamado por el Señor: la Acción Católica y su Juventud. Promotor de pequeños grupos entre los jóvenes de los lugares donde ejercía su ministerio y asiduo asistente a asambleas y reuniones regionales y nacionales, pronto se convertiría en el más importante impulsor de la asociación en toda la diócesis. Tras la II Asamblea de las Uniones Diocesanas de Juventud de Acción Católica celebrada en Zaragoza en el mismo 1930, mosén Francisco asumiría la consiliaría prodigando su acción en parroquias y colegios tanto de la capital como de diferentes pueblos. Nombrado además consiliario del Centro de Mujeres de Acción Católica de la parroquia de San Miguel, hasta su muerte desempeñaría la labor de consiliario y alma mater del Consejo Diocesano de los Hombres de Acción Católica de Zaragoza.
Asimismo, mosén Francisco tenía su espíritu impregnado de un profundo sentido social, que inspiraría su actuación a lo largo de su vida tanto en la ingente cantidad de obras que él mismo fundó (que se desglosarán más adelante) como en aquellas que prestó su colaboración. «Lo social» fue una constante en su predicación y en su obra. En el año 1932, el arzobispo Doménech le nombraría consiliario del denominado Círculo de Estudios Sociales, recién fundado en Zaragoza por Lorenzo Antonio Jiménez y dependiente de la Unión de Sindicatos Obreros Católicos, con el fin de preparar a los directivos de las organizaciones sindicales obreras católicas. Bajo su influencia, no se limitó a sus reuniones íntimas de formación de sus miembros sino que se promovió la realización de actuaciones públicas a las que asistían personalidades destacadas en el campo social como Miguel Sancho Izquierdo o Juan Moneva y Puyol.
También en esta misma época, se volcaría en la Asociación Católica de Propagandistas, en la que ingresaría como aspirante en el transcurso de una ceremonia acontecida el 25 de enero de 1933 en la capilla de San José de la iglesia del Real Seminario de San Carlos oficiada por el consiliario de la asociación en Zaragoza, don Luis Latre. Años después, en 1940, alcanzaría la categoría de numerario, siéndole impuesta la insignia por el arzobispo Doménech en la Santa y Angélica Capilla del templo del Pilar, que «se vistió con sus mejores galas, luciendo su deslumbrante iluminación de las grandes solemnidades, y la concurrencia de fieles, como todos los días y a todas las horas en este venturoso año del Centenario».
Allí desempeñaría una activa y comprometida labor, volcándose en la formación de sus miembros y de la juventud en general. Asiduo director de retiros y ejercicios espirituales, muchos de los cuales tenían lugar precisamente en la hijarana casa de espiritualidad de «Nuestra Señora del Carmen», que actualmente regenta nuestra Cofradía, también prolífica era su participación como ponente en cursos y conferencias, algunas convertidas en maratonianas jornadas que le llevaban a visitar decenas de municipios para exponer los ideales de la asociación y los fundamentos de la doctrina social de la Iglesia. Una labor docente que alcanzaría su cenit con la implicación total de mosén Francisco en la fundación de la llamada Escuela de Propagandistas de la Juventud, basada en el modelo de la fundada por monseñor Francisco Olgiati, catedrático de psicología de la Universidad del Sagrado Corazón de Milán y consiliario de las Juventudes de Acción Católica italiana.
Su actividad pedagógica proseguía irrefrenablemente, siendo asesor de la Dirección del Consejo de Orientación y profesor del Colegio “Sagrada Familia” y colaborando e impulsando todos aquellos proyectos que supusieran emprender caminos formativos de evangelización, por lo que su aportación tanto personal como económica también sería vital en la promoción de obras como las “Escuelas profesionales de San Valero”, la escuela de hogar “Mater Admirabilis” o los “Cursillos de Cristiandad”, siendo consiliario del secretariado diocesano de este Movimiento, surgido en Baleares a finales de la década de los años cuarenta del siglo XX bajo el impulso del Consejo Diocesano de los Jóvenes de Acción Católica de Palma de Mallorca y que se fue expandiendo tanto por toda España como por otros países de los cinco continentes.
Francisco Izquierdo Molins fue un hombre sencillo y humilde, tanto en su aspecto exterior como en lo más profundo de su corazón. Huía de la pompa, sintiéndose incluso embarazoso con la suntuosidad del hábito coral que debía vestir como canónigo en las grandes solemnidades y acontecimientos. Su austera forma de vestir (con la que se le recuerda asistía a nuestras procesiones) se convertía también en un símbolo externo de su modo de vivir, yendo siempre con su viejo manteo y sus inseparables botas, que le facilitaban el ir cómodamente de un sitio para otro y que, además, no le hacían perder tiempo en elegir que prenda ponerse, porque el simple «hecho de perder un solo minuto en pensar si éstos o los otros le hubiera parecido una liviandad» (Sebastián Pardos, 1978).
Pese a su alta formación académica, ocupando incluso desde 1947 el cargo de canónigo penitenciario de la Santa Iglesia Metropolitana de Zaragoza (habiendo aprobado otras canonjías anteriormente como la del Cabildo de la S.I. Catedral de Tarazona), fue su deseo que nunca le llamaran licenciado, doctor, profesor o muy ilustre señor, por mucho que le fueran propios esos títulos. El único tratamiento que aceptó fue el de «mosén», apócope de «monseñor», que desde antiguo en Aragón era usado para llamar a los sacerdotes con cariño y confianza pero con mucho respeto, y que adquiriría durante su ministerio como cura de pueblo. Nunca quiso que le llamaran de otra forma, ni siquiera «don Francisco», por lo que siempre que en público o en privado alguien se lo decía, le interrumpía rápidamente para advertirle: «He sido siempre para todos y sigo siéndolo, mosén Francisco».
Cosas del destino y de sus innegables méritos, de su valía y su dedicación en pro de la evangelización de la juventud, a partir de 1959 podría utilizar el título honorífico de «Reverendo Monseñor» de manera oficial, puesto que Juan XXIII le nombraría prelado doméstico de Su Santidad a propuesta de la archidiócesis de Zaragoza y de la propia Acción Católica.
Mosén Francisco «corría ligero por la vida porque estuvo siempre libre de cualquier lastre», agotando a todo aquel que tuviera la osadía de seguirle en todos sus proyectos y aventuras. Pese a la delicada salud que presentó en algunas épocas, siempre fue un hombre de extraordinaria vitalidad y fortaleza, porque como él mismo señalaba la «fortaleza es grandeza de corazón para recibir serenamente las contrariedades de la vida, y energía de corazón para emprender grandes cosas por Dios». Fue también un hombre valiente, a veces poco entendido en sus planteamientos por parte de una jerarquía eclesiástica todavía anquilosada, siendo un adelantado de la dinámica renovadora de la Iglesia que promulgó el Concilio Vaticano II. Tomó decisiones comprometidas, arriesgando incluso su posición eclesiástica, social o su propio patrimonio, porque como decía ante cualquier dificultad «nada grande se hizo en este mundo sin riesgo». Sin duda, poseía un gran liderazgo, siendo un pionero de lo que hoy en día llamaríamos influencer, que contagiaba su ilusión y su carisma allá por donde fuera, siendo seguido ciegamente por centenares de jóvenes, lo que garantizaba el éxito de sus obras convirtiéndolas en las más activas, vigorosas y eficaces del ámbito pastoral correspondiente. Pero, sobre todo, si hay un adjetivo con el que calificar todo lo que fue y supuso mosén Francisco para la iglesia diocesana y española de la época, fue el de «forjador de hombres». Forjar fue el verbo que él mismo empleaba y no otro, porque se asignó el rol de yunque dejando al Señor el papel de herrero.
Sus últimos años de vida, marcados por lo que José Manuel Arenal Camón (nuestro capellán de honor y sucesor tanto en nuestra Cofradía como en su labor al frente de diversas obras apostólicas) llamó el misterio de la purificación, es decir, una larga enfermedad progresiva que iba mermándole física, psíquica e intelectualmente, los pasaría en Madrid en donde el 4 de diciembre de 1973, finalmente alcanzaría la corona inmarcesible que tantas veces marcaba como objetivo de su predicación.
El día 5 se efectuó el traslado de sus restos a Zaragoza, llegando sobre las ocho de la tarde a la «Casa de Acción Católica», donde fue recibido por el arzobispo Cantero Cuadrado y nutridas representaciones de las entidades por las que había pasado durante su vida, siendo trasladado por cuatro hermanos de la Cofradía, ataviados con el hábito, a la capilla ardiente, montándose en ella turnos de vela durante toda la noche. En dicha capilla se fueron sucediendo misas hasta que, a las cuatro de la tarde del día siguiente, se trasladó a la Catedral-Basílica del Pilar donde se celebraría el funeral córpore insepulto presidido por el prelado zaragozano y, a continuación, su sepelio en el Cementerio de Torrero dándole sepultura en el panteón propiedad del Excmo. Cabildo Metropolitano.
Nombrado a título póstumo, consiliario perpetuo fundador de nuestra Cofradía, con fecha 25 de enero de 1974 la Comisión de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Zaragoza le concedió el Premio Inmortal Ciudad de Zaragoza “Cesaraugusta” por «su apostólica actividad, sus iniciativas en distintos campos, y los grandes beneficios que la ciudad ha recibido de sus manos». Años después, en sesión ordinaria celebrada el 11 de enero de 1979, el pleno del Ayuntamiento acordaría la concesión de la Medalla de la Ciudad en su categoría de plata, teniendo también una calle dedicada con su nombre en el zaragozano barrio de La Paz.
II) Una vida dedicada a su gran pasión: nuestra Cofradía

Recién acabada la Guerra Civil, mosén Francisco concibió la idea de fundar una Cofradía, que siguiendo el espíritu de la Juventud de Acción Católica, proyectase su labor apostólica en la Semana Santa zaragozana. Estaría bajo la advocación del propio patrón de la Juventud, san Juan evangelista, y predicaría, en las calles y plazas de la ciudad, las Siete Palabras que Jesús pronunció en la cruz. Por lo tanto, la Cofradía no sólo tendría una significación penitencial, acorde con el sentido de la Semana Santa, sino también un carácter apostólico, peculiar de la Acción Católica en cuyo seno iba a surgir (cf. Borobio Ojeda, 2008).
Consecuentemente, mosén Francisco no solo fue el fundador de la Cofradía sino su más decidido impulsor a lo largo de sus primeras décadas de vida, años fundamentales para dotarla del particular carisma que, aún en día, la hace diferenciarse de las demás: «No pensamos competir con nadie. Tenemos un sello inconfundible entre las magníficas y devotas cofradías de la Semana Santa y no lo queremos perder por necio afán de mimesis o de vanas emulaciones».
Rodeado de un escogido grupo de jóvenes forjados por él mismo y, que constituyeron lo que llamaría la base de la «minoría selecta», hombres íntegros, preparados y capaces de lanzarse con garantías ante cualquier proyecto evangelizador, mosén Francisco asumió el rol de «ser el alma que todo lo anime». Como consiliario, por tanto, no solo ejercía como representante de la autoridad pastoral de la Jerarquía sino que era el responsable de velar por la fidelidad de «la doctrina, la recta ordenación de la acción apostólica, sin perder de vista la pastoral de conjunto», velando asimismo por las normas jurídicas que regulasen el funcionamiento de la Cofradía en sus incipientes inicios. Pero aún todavía más relevante sería su función como educador o forjador de cofrades, enseñándoles la Verdad, «a base de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia», animándoles a la participación en la vida litúrgica-sacramental «que fomentara la piedad litúrgica comunitaria, la vivencia de la comunidad eucarística y la santa alegría de una participación activa, tan ferviente y gozosa que alentase a muchos a ofrecerse para las asambleas festivas del Pueblo de Dios»; e instándoles con ilusión a que, por la inspiración evangélica de la conducta, todos los hermanos fuesen «testimonio viviente en todas expresiones de su vida, capaces de impregnar de espíritu evangélico todos los ambientes en que estén inmersos».
Excepto por motivos de salud, mosén Francisco no faltaba nunca a reunión, junta de gobierno, capítulo general de hermanos, procesiones y todo aquello que tuviera un componente espiritual o fraternal, poniendo siempre su acertado punto de vista, actuación y aun dinero para la mejor realización de sus objetivos. Dirigía los capítulos y las reuniones con maestría, reservándose siempre un espacio al final de los mismos en los que hacía un resumen y recalcaba lo más importante y fundamental. Cuenta Valentín Sebastián Pardos (estrecho colaborador suyo durante años y su biógrafo oficial, además de hermano de nuestra Cofradía) que mosén Francisco subrayaba constantemente la total libertad que todos los presentes tenían a la hora de expresarse y hacer propuestas, siempre que se realizaran desde un análisis previo razonable, no pudiendo permitirse «que alguien que no ha pensado ni medio minuto sobre el tema, porque se exprese brillantemente, dificulte o derrumbe insensatamente una acción que ha sido estudiada hasta en sus detalles». Su destreza consistía en ir encauzando la conversación hacia algún punto que él estuviera de acuerdo e iba provocando con mil subterfugios brillantes e inteligentes al hermano que esperaba diría lo que deseaba se dijese. Incluso, cuando aparecía una tesis que podía desviar el camino o que era totalmente improcedente, permitía que el expositor la expusiera hasta tal límite de quedarse sin argumentos. Esto, a veces provocaba abrir algunos frentes de discusión vehemente por posiciones enfrentadas pero, llegados a ese punto y cuando aparentemente no había forma que ambos grupos llegaran a un acuerdo, era cuando él se encargaba directamente de la situación, «pedía intervenir para terciar y dejar las cosas en su punto: en el suyo» y «todos acataban la mediación» (Sebastián Pardos, 1978).
Desde la primera salida procesional en el año 1940 hasta 1971 (y con excepción de la Semana Santa de 1943, ausente «por grave enfermedad»), predicó ininterrumpidamente alguna de las Palabras, doblando su quehacer en algunos años ante las dificultades por encontrar sacerdotes que quisieran predicar desde el púlpito callejero de los balcones, manteniéndose (a modo estadístico y anecdótico) como el sacerdote que más años (30) y que más palabras ha predicado (41) en nuestra historia.
Pero su presencia en el cortejo procesional no se limitaba a estar en la presidencia que le correspondía por derecho, sino que terciando con «ademán legionario los manteos» y «desfilando al son del timbal, como un castrense de Cristo, delante de la cofradía blanquiverde de sus quereres» (Diario Pueblo, 1969), se situaba entre las filas de hermanos, tal y como se puede ver en las míticas fotografías de Manuel Coyne que encabeza este apartado, procurando que la procesión se desarrollase con la mayor dignidad posible, valiendo más una simple mirada suya a cualquier cofrade que no procediera con la máxima corrección, que la reconvención verbal del propio hermano cetro.
Caracterizado por llevar una vida austera, pese a que su remuneración por su cargo de canónigo no debía ser nada parva, siempre estaba dispuesto a contribuir económicamente con todas las obras apostólicas que fundó. Y al igual que hacía con el Consejo Diocesano de los Jóvenes, donde nunca había forma de cuadrar las cuentas anuales, apareciendo en el último momento un donativo que paliaba cualquier déficit, también nuestra Cofradía se vio beneficiada de su gentileza, siendo el primero que ofrecía su aportación ante cualquier acción caritativa que se quería emprender (campañas para obras del Seminario, para la operación Suburbios, …) o ante cualquier proyecto de incorporación patrimonial que se quería afrontar ya fuesen atributos, reposteros o el mismo paso titular.
Sería interminable referir todo lo hecho por mosén Francisco en su Cofradía y por su Cofradía, por lo que parece lo más acertado resumirlo diciendo que mientras vivió fue «el alma substancial de la misma; sin que eso quiera restar mérito alguno a sus más decididos colaboradores en tan espiritual empresa cuya principal misión, tan acertadísima, fue llevar la Palabra Divina a la calle, donde pudiera ser escuchada, no sólo oída, por quienes alejados de los templos no tienen otra ocasión de percibirla» (Rabadán Pina, 1996).
III) Un adelantado a su tiempo que innovó y emprendió nuevos caminos de salvación
Mosén Francisco fue un emprendedor, fundador de las más variopintas iniciativas que tendieron a influir en todos los ambientes de la sociedad. Y es que, como se decía anteriormente, él forjaba a hombres y éstos creaban instituciones para que otros hombres pudieran beneficiarse de sus frutos, aprendiendo del proceso y preparándose para poder abarcar mayores empresas puesto que se trataba de emprender un continuo «camino de superación humana y espiritual» (Sebastián Pardos, 1978).
Es cierto que, a causa de la precipitación propia de la juventud y de anteponer su espíritu de servicio, algunos proyectos que trató de embarcarse no obtuvieran el fruto que hubiera deseado, como por ejemplo le ocurriera con aquella «Oficina Católica de Información Internacional» que, en plena contienda bélica, quiso poner en funcionamiento para promocionar en el mundo el «sentido católico y tradicional» de España y, que aun contando con el beneplácito de ilustres nombres del prelado nacional como el cardenal Gomá, acabaría siendo cerrada por la Delegación de Prensa y Propaganda del Estado.
Errores cometidos que, como el mismo mosén Francisco diría, no serían más que fracasos aparentes puesto que de ellos brotarían nuevas iniciativas mucho más concienzudas y pensadas. Eran «nevadas que nos caen en la cabeza y cuántas tienen que caerte aún para madurar». Su insistencia y tesón, además de su espíritu inquieto, creativo e innovador, le llevarían a cosechar importantes éxitos en todo lo que se le encomendaba, como por ejemplo, las eficaces campañas de propaganda que en favor de las obras del nuevo Seminario organizaría como secretario de la obra Pontificia de Vocaciones Sacerdotales.
Y así surgieron lo que mosén Francisco y su fiel equipo de colaboradores bautizarían como «obras de proyección apostólica», una serie de entidades e instituciones, como nuestra propia Cofradía, que transcenderían hasta nuestros días en la sociedad zaragozana. Entidades que serían profundamente religiosas en su espíritu, con una definida intención evangelizadora, no solo influenciadas de algún modo por la Acción Católica sino preparadas para ser herramientas eficaces del apostolado de la misma, y que serían proyectadas con un método común en el que se precisaba una exacta visión y una excelente realización técnica, viabilidad económica y dirección por personas entregadas, leales y merecedoras de confianza.
«Nuestras asociaciones, serán instrumentos apostólicos, tanto más útiles a la Iglesia cuanto mayor sea su capacidad de formar y lanzar verdaderos apóstoles, capaces a su vez de vitalizar y llevar a cabo otras obras apostólicas, cuanto más alto sea su clima interior, para encuadrar y asimilar lo mejor de la masa, y cuanto mayor sean su fuerza para extender su radio de acción y proyectar su energía apostólica, y su poder de organización sobre las multitudes, para penetrar los ambientes, iniciar extensas conquistas y encuadrar a los más posibles en distintas asociaciones, acomodadas a las disposiciones y posibilidades de cada cual».
Mosén Francisco Izquierdo Molins (1970): Militantes en Acción
De este modo, y además de promover un proceso de renovación y actualización de la propia Acción Católica, mosén Francisco emprendería la creación de obras como la “Cofradía de los Terceroles”, es decir, la Cofradía del Santísimo Ecce Homo y de Nuestra Señora de las Angustias, el Stadium Casablanca, la cadena de cines “Film Dux”, la emisora “Radio Popular” o el Colegio Mayor Hispanoamericano “Virgen del Pilar”.
Igualmente destacable fue su labor en la dirección espiritual del “Hogar Cristiano”, entidad constituida en el año 1949 por el Consejo Diocesano de los Hombres de Acción Católica con el fin de colaborar con el Estado en la resolución del grave problema de la vivienda, cumpliendo a la vez el mandato de Pío XII, que instaba a los católicos a preocuparse en solucionar urgentemente «la triste situación en la que en el mundo se ven sometidas innumerables familias por carecer de vivienda digna y decorosa». Desde el año de su institución hasta 1964 y con la colaboración de algunos de los más prestigiosos arquitectos del momento como José Romero Aguirre, José Yarza, José Beltrán o los hermanos José y Regino Borobio, el Hogar Cristiano construiría más de mil viviendas, tanto en Zaragoza (con los grupos de Venecia, San Valero, María Auxiliadora, Arzobispo Apaolaza y Arrabal, además de los predecesores del Cascajo y la Paz envueltos en la «Operación Suburbios» y los posteriores de la década de los setenta en otros barrios de la ciudad como en La Jota) así como en otros municipios de la provincia como Zuera, Lucena de Jalón, Puna de Ebro, Mallén, Figueruelas, Paniza, Gallur, Alfajarín, Monzalbarba, Pedrola o Ejea de los Caballeros.
Y otra institución con la que mosén Francisco estuvo muy vinculado desde su rol como consiliario fue el Patronato Social Católico de Torrero. Constituido el 22 de abril de 1949 también en el seno de la Acción Católica, «en cumplimiento de la campaña papal de procurar a cada familia un hogar donde la vida familiar sana, material y moralmente, logre manifestarse en todo su valor y vigor», la entidad crearía «espectáculos morales, cooperativas de consumo, economatos, casinos de recreo, biblioteca, escuela profesional y la construcción de viviendas económicas adecuadas a la clase obrera y media» (Betrán Abadía, 2017), siendo algunas de sus obras más conocidas el cine Torrero, el Colegio de San Antonio en la calle Alicante y el club deportivo Stadium Venecia, del que mosén Francisco también fue consiliario siendo quien bendijera las nuevas instalaciones el 20 de mayo de 1967.
Además, junto al Consejo Diocesano de Mujeres de Acción Católica, también contribuiría en diciembre de 1958 al nacimiento de la “Asociación Cultural Calibo”, término que en aragonés hace referencia al rescoldo que sirve para recuperar la llama y rehacer el fuego, pero que también era acrónimo de los fines de la entidad (Ciencia, Arte, Literatura, Ideal, Belleza y Orden), en cuya sede en la calle Blancas se organizaban reuniones, tertulias, exposiciones y hasta cursos de formación. E igualmente destacable, y ciertamente desconocida, fue su ocupación como consiliario de la Caja de Ahorros de la Inmaculada en la que, además de desempeñar una casi rutinaria labor en la bendición de sedes y sucursales (muy del gusto de la época) o promover en su seno la creación, como obra social de la entidad, del “Centro Myriam” de formación cultural para mujeres, trataría de mantener el espíritu fundacional de la entidad en donde «lo social» y la promoción de la igualdad de oportunidades y de ayuda económica en favor de las clases obreras y populares, prevaleciese sobre el mero beneficio, siendo reconocida su dedicación con la «Medalla al Mérito en el Ahorro» en noviembre de 1966.

Su labor en la Acción Católica
La Acción Católica fue, sin duda el motor de la vida de mosén Francisco. Entregado con pasión al «apostolado de los tiempos nuevos», como el papa Pío XI llamó a la organización, desarrolló hasta su muerte una ingente labor como consiliario del Centro de Mujeres de la parroquia de San Miguel de los Navarros, como consiliario diocesano de la rama de Juventud o del Consejo Diocesano de Hombres, teniendo también una participación decisiva en la creación de las escuelas de Propagandistas o impulsando asimismo un simpar de iniciativas y proyectos que iban desde la creación de centros de aspirantados, parroquiales y colegiales por toda la archidiócesis hasta la celebración periódica de jornadas diocesanas, retiros espirituales, asambleas, peregrinaciones, vigilias de oración o los campamentos «Virgen Blanca», que tendrían su primera edición en 1952 en Monlora y que acabarían estableciéndose en Bal de Chistau.

La Cofradía del Ecce Homo
Durante la predicación de una de las palabras que mosén Francisco pronunciara en la mañana del Viernes Santo de 1947, anunció como primicia la fundación de una nueva cofradía penitencial para nuestra Semana Santa, integrada por jóvenes obreros católicos. Fruto de la colaboración entre Izquierdo Molins y el padre franciscano José Nenry, fundador de la Casa de Jesús Obrero, y de la labor emprendida por los movimientos juveniles de las parroquias obreras de San Vicente Mártir y Altabás, así como del centro interparroquial de la Hermandad Obrera de Acción Católica (H.O.A.C.) nacería el 20 de febrero de 1948 una nueva cofradía penitencial que, portando inicialmente el paso de El Balcón de Pilatos cedido por la Hermandad de la Sangre de Cristo, recogería la esencia de los terceroles zaragozanos haciendo sonar un instrumento tan ancestral en nuestra tierra como prácticamente desaparecido: la matraca o doblera.

El Stadium Casablanca
La inauguración del Stadium Casablanca en mayo de 1948 vino gracias al tesón de mosén Francisco y su habitual grupo de colaboradores, la mayoría ya por aquel entonces hermanos todos de la Cofradía, quienes incluso se hipotecaron para poder adquirir terrenos donde construir un club que, tras varios intentos y no pocos esfuerzos, finalmente pudo ver la luz junto al Canal Imperial de Aragón. Contando con la aprobación del arzobispo de Zaragoza, Rigoberto Doménech, la misión del club no era tanto la práctica deportiva como un fin sino (tal y como diría uno de sus socios fundadores y presidente, además de hermano de nuestra Cofradía, Francisco Romero Aguirre) como un «medio para la formación de personas con espíritu deportivo, es decir, con afán de superación, de juego limpio, con amor al trabajo; sobrios, auténticos, comprensivos, abiertos al diálogo, admiradores de los éxitos ajenos…».

Los cines «Film Dux»
También a finales de la década de los cincuenta, concretamente en el año 1959, mosén Francisco emprendería uno de sus retos más complejos creando (junto a Avelino Moya, Juan Antonio Cremades o nuestros hermanos Fernando Hué y Teodoro García Ezquerra) la cadena de cines “Film Dux”. Nacida con la misión de «proporcionar a todas las clases sociales de todos los sectores de la ciudad, lugares de recreo para el espíritu de acuerdo con los tiempos modernos», en pocos años inaugurarían varios locales como el Cine Dux en el barrio de San José, el Pax en los bajos de la “Casa de la Acción Católica” en la plaza de la Seo, el Ideal en el barrio de Valdefierro y el Mola, en el actual paseo de Sagasta, llegando incluso a hacerse cargo del cine Principal de la localidad oscense de Almudévar, proyectando en ellos «un cine limpio y alegre, constructivo y aleccionador, que ayudaría a llevar el Mensaje a multitudes cansadas de tantas cintas insulsas y aburridas, cargadas de violencia y antisociales desvíos».

Radio Popular
Mosén Francisco y la rama de Hombres de Acción Católica también recibieron el encargo del arzobispo Morcillo de poner en marcha en la diócesis la emisora Radio Popular. De este modo, y con la misión encomendada por el propio Pío XII de poner los nuevos medios de comunicación «al servicio de la verdad y del bien», el 19 de marzo de 1961 se procedería a la inauguración de su antena en el “Cascajo” y a la bendición de sus estudios sitos en la “Casa de Acción Católica”. Bajo la dirección de Arturo García Lacave y Valentín Sebastián Pardos, la emisora sería gratamente acogida por la audiencia gracias a la labor de las decenas de profesionales (entre ellos, leyendas de la radio aragonesa como Gonzalo Legaz, María Teresa Giménez, José Juan Chicón, Eduardo González o María José Cabrera) que desarrollaron una programación «constructiva y forjadora de criterios cristianos y prácticos», contando el propio mosén Francisco con un espacio bajo el título “Palabras para el silencio”.

El Colegio Mayor Hispano-Americano
Una de las últimas obras emprendidas por mosén Francisco sería la fundación de un colegio mayor para universitarios procedentes de Hispanoamérica que cursaran estudios en nuestra ciudad, proporcionándoles alojamiento y ofreciéndoles una formación integral en todos los órdenes del espíritu y la cultura, preparándolos para ocupar puestos rectores en su países de origen. Bajo la advocación de “Nuestra Señora del Pilar”, sería regido por medio de un Patronato conformado por las ramas de Hombres y Jóvenes de la Acción Católica en colaboración con la Asociación Nacional de Propagandistas, obteniendo la declaración de interés social por decreto del jefe del Estado para que se construyesen dos pabellones en un terreno próximo al Stadium Casablanca, facilitándoles a los residentes el acceso a éste. Inaugurado en mayo de 1968, tiempo después sus instalaciones pasarían a formar parte del Colegio Sagrada Familia y de la Escuela de Negocios CESTE.
IV) Su legado reflejado en los libros que escribió
Otra de las grandes virtudes que poseía mosén Francisco era su capacidad de comunicarse, cercana pero briosa y con la que rápidamente conectaba con todo aquel que le escuchaba hablar en cualquier tipo de reunión, ponencia o tertulia.
Asiduamente se acercó al mundo del periodismo, llegando a formar parte desde su juventud de la redacción de la revista “Nuestro Apostolado” publicada por el Seminario de Zaragoza y cuya fundación fue promovida por uno de sus más eminentes rectores, el beato Lorenzo Insa Celma. Asimismo, también sería uno de los valedores de la revista editada por la Unión Diocesana de Acción Católica, que vería la luz bajo el nombre de “Vamos”, ejerciendo también de secretario del consejo de la hoja “Mi Parroquia” (antecesora de lo que hoy es “Iglesia en Aragón”), surgida en 1939 con el fin de orientar toda la comunicación evangelizadora de la archidiócesis, aglutinando y unificando las diferentes hojas y boletines informativos editados por las parroquias. Además, sería un colaborador habitual del periódico zaragozano “El Noticiero”, un medio que, por otra parte, estaría muy vinculado a nuestra Cofradía publicando puntualmente toda la actualidad y las convocatorias a cualquier acto que celebrásemos, gracias también a que gran parte de la plantilla del mismo eran miembros de la Acción Católica y hermanos de la Cofradía, desde su director Ramón Celma Bernal, pasando por su administrador David Martínez Soteras e, incluso por otros componentes tanto técnicos de imprenta como del equipo de redactores, tales como Joaquín Mateo Linares que, bajo el pseudónimo de “Pepe Tribuna”, se convertiría en uno de los pioneros del periodismo deportivo zaragozano, siendo muy populares las crónicas de los partidos de fútbol.
Los dones y experiencias de mosén Francisco serían también fundamentales en la erección del Secretariado Diocesano de Medios de Comunicación Social, impulsada por el arzobispo Pedro Cantero Cuadrado con el fin de adaptar los servicios pastorales a la estructura propuesta desde la Conferencia Episcopal Española. Nombrado presidente de esta nueva organización de la archidiócesis en abril de 1967, sus labores las compartiría con su “discípulo” Valentín Sebastián Pardos (que sería nombrado secretario) y junto a otros nombres relevantes de la Iglesia zaragozana de la época como mosén Alfredo Balaguer, Leopoldo Alastrué Coll y Eduardo Torra de Arana.
Profundo conocedor de la doctrina social de la Iglesia, también llegó a ver publicado su estudio sobre las encíclicas sociales de León XIII y Pío XI, además del discurso de apertura del curso 1942-1943 que, bajo el título “Fundamentos filosóficos de la pedagogía”, pronunció en el Seminario Metropolitano.
Curiosamente, los primeros libros que viera publicados, ambos en la década de los años treinta, no serían precisamente los más conocidos, tanto así que uno ellos contó con una reducida tirada de ejemplares y, el otro, ni siquiera llevaba su firma explícita.
Comenzando por el segundo en el tiempo (debido a que se sitúa en un contexto completamente alejado tanto del otro inicialmente escrito como de la serie posterior dedicada exclusivamente a la Acción Católica), el libro llevaría por título “Devocionario litúrgico. Kempis, imitación de Cristo” y sería publicado en 1939, siendo impreso en los zaragozanos talleres gráficos de “El Noticiero”. Tradicionalmente, existiendo claras evidencias de que fue así, la autoría del libro se ha atribuido a nuestro capellán fundador, si bien en la obra solo se hace referencia a que había sido escrito «por un consiliario de A.C.». En el mismo, podemos encontrar al mosén Francisco más asceta y profundo que, tomando como referencia la famosa obra del teólogo, filósofo y sacerdote agustino del siglo XV, el alemán Tomás de Kempis, complementa perfectamente los consejos publicados en la obra original, conformando las bases para establecer un método idóneo de meditación cristiana.
El otro libro, que vería la luz durante el último cuatrimestre del año 1934, llevaría por título “Juventud de Acción Católica. Manual Teórico-Práctico de la rama masculina” y fue impreso en la zaragozana “Imprenta de Arte Berdejo Casañal” ubicada en la antigua calle Jazmín (actual, Loscos). Según anunciaba el número 183 del boletín de la Asociación Católica de Propagandistas, había sido escrito por «este celoso viceconsiliario de la Unión Diocesana de Zaragoza y activo miembro del centro de Zaragoza», siendo un «verdadero manual de la Juventud de Acción Católica, ya que es una síntesis suficientemente extensa para dar una mirada de conjunto a la Acción Católica y especialmente a sus obras juveniles, y lo bastante compendiosa para estar al alcance de toda inteligencia».
La obra, quizás por la situación social de la época, no tendría la repercusión esperada, lo que sorprendentemente alcanzaría tiempo después, ya que los textos allí publicados fueron muy demandados, multiplicándose la copia clandestina de los mismos. Precisamente, el incremento desmesurado de peticiones de la obra, llevaría a mosén Francisco a plantearse la posibilidad de editar una versión mejorada. De este modo, en 1943 y contando con la inestimable colaboración del Dr. Félix Royo Marín (quien acabaría desarrollando una notabilísima carrera eclesiástica siendo canónigo de la Santa, Metropolitana y Patriarcal Iglesia Catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción de Sevilla y secretario personal del cardenal zaragozano José María Bueno Monreal) escribiría un completo tomo en el que, bajo el título “Los jóvenes de Acción Católica: doctrina, organización, actividades”, abarcaría todo lo concerniente a esta rama de la Acción Católica, desde la reglamentación, pasando por su historia, espíritu y estilo de vida. Publicado en “La Editorial”, la misma imprenta en la que se tiraba diariamente el periódico (que, precisamente sería dirigida por la mano derecha de mosén Francisco y hermano mayor de nuestra Cofradía, Emilio Lasala Liñán), en el mismo expondría con detalle el funcionamiento interno en lo referente al Consejo Superior, uniones y consejos diocesanos o los centros parroquiales, desglosando y explicando de forma práctica la actividad de los mismos, especialmente, las catequesis, misiones y el apostolado de propaganda, hasta las actividades más lúdicas y artísticas.
La obra serviría de base, a su vez, para la posterior publicación de otras dos obras que recogerían la esencia de la Acción Católica, actualizándose según las variaciones que iría sufriendo la institución a lo largo de los años. De este modo, y siete años después, vería la luz en 1950 el “Manual de los Jóvenes de Acción Católica”, afrontado ya en solitario, con un enfoque eminentemente práctico y perfectamente complementado con sus propias vivencias personales. Como señalaba en una sinopsis su amigo, el también canónigo Leandro Aína, «no es obra de erudición, de teoría; es la experiencia de un apóstol, consagrado en cuerpo y alma, por espacio de veinte años, a la Juventud Masculina de Acción Católica».
Finalmente, y ya en el último periodo de vida, mosén Francisco completaría su trilogía con la publicación desde Madrid de “Militantes en Acción” en donde brindaba una «amplia visión en lo docente y vibrante realismo en lo práctico, habiendo tenido el acierto de situarse sobre una sólida plataforma documental e informativa del presente y proyectar miradas y realizaciones hacia el porvenir», en unos años marcados por la profunda renovación de la Acción Católica y las incertidumbres de su futuro tras el Concilio Vaticano II. En el libro, tras dedicar esquemáticamente el espacio indispensable a la exposición de los principios doctrinales y la estructura vigente en la organización, dedicaría tres cuartas partes a exponer y proponer diversidad de actividades apostólicas que podían incorporar los centros diocesanos y parroquiales, rindiendo pormenorizada cuenta de algunas de las obras emprendidas por él mismo, por lo que entre otros documentos de interés, aparecen reflejados los reglamentos del Stadium Casablanca o los pormenores de la fundación de Radio Popular o del Colegio Mayor Hispano-Americano. Una obra que, en palabras del presidente nacional Antonio Fuertes Grasa encargado de prologarlo, «por la eficaz ayuda y segura orientación que presenta» constituía «un hito importante en la historia y doctrina de la Acción Católica Española».

Los Jóvenes de Acción Católica…
Publicado en 1943, 451 páginas
Zaragoza: Imprenta “La Editorial”

Manual de los Jóvenes de Acción Católica
Publicado en 1950, 355 páginas
Zaragoza: Imprenta “La Editorial”

Militantes en Acción
Publicado en 1970, 325 páginas
Madrid: Ediciones de Acción Católica
Referencias Bibliográficas
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