Unos de los eventos más esperados en el calendario cofradiero y que más pasiones desatan, son los concursos y exaltaciones de instrumentos. En ellos, los componentes de cada uno de los selectos grupos o cuadrillas que tienen el honor de representar a su Cofradía, dan lo mejor de sí alcanzando cotas inusitadas de virtuosismo, componiendo y ejecutando marchas creadas ex profeso que conformarán los sonidos del mañana de toda la sección.
Lo primordial de estos eventos no es competir sino compartir. No es triunfar sino exaltar. Porque «exaltar», según el DRAE es «realzar el mérito o circunstancias de algo o de alguien», es decir, reconocer la importancia que tienen nuestros instrumentos en la vivencia cofrade zaragozana. Es rendir homenaje a los cofrades que nos precedieron y nos enseñaron. Y es una forma de contribuir a «avivar o aumentar un sentimiento o pasión» (otra de las acepciones de «exaltar») con el único premio (¿acaso hay otro mejor?) de hacer las cosas lo mejor posible desde el cariño, la dedicación y el esfuerzo, sintiéndose valorado y reconocido por los tuyos y por quienes comparten tu misma pasión.
Nuestra Cofradía fue pionera también en participar en estos certámenes, asistiendo cada año a múltiples citas con diferentes grupos de nuestra sección de instrumentos ya fuesen del Grupo de Concurso, del Grupo Infantil, del Grupo de Exaltación o del mismo Piquete de Honor.
Especialmente, a partir de la década de los años noventa del siglo XX, a las habituales citas de Zaragoza e Híjar, se unieron numerosas otras localidades de toda la geografía aragonesa y de otras comunidades cercanas que tenían a bien invitarnos a sus correspondientes actos. De este modo, y a lo largo de los años, se ha participado en certámenes celebrados en los municipios zaragozanos de Alagón, Cadrete, Calatayud, Casetas, Daroca, Ejea de los Caballeros, Fuentes de Ebro, Garrapinillos, Herrera de los Navarros, Illueca, La Almunia de Doña Godina, La Puebla de Alfindén, Lécera, Leciñena, Mallén, Muel, Tarazona, Terrer, Villafranca de Ebro, Villanueva de Gállego y Zuera; en los oscenses de Huesca y Tamarite de la Litera; en los turolenses de Albalate del Arzobispo, Calanda, La Puebla de Híjar, Samper de Calanda y Valderrobles; en los riojanos de Arnedo, Calahorra, Logroño y Pradejón; y en el de la soriana localidad de Ágreda.
I) El Concurso Nacional de Tambores y Bombos de Híjar
El Domingo de Ramos de 1966, el municipio bajoaragonés de Híjar albergaría un evento inédito relacionado con la Semana Santa y con el que trataría de promocionar y fomentar el toque del tambor y el bombo típico en las celebraciones populares conmemorativas de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, siendo organizado por el Cuadro Artístico Semana Santista Hijarano, institución fundada por uno de los que serían los más ilustres habitantes de la Villa, Mariano Laborda Gracia (1916-2009).
La figura del ilustre hijarano es determinante en el devenir de las celebraciones pasionistas aragonesas, tanto con sus eruditos estudios sobre la historia y las tradiciones de su localidad natal, impulsando la remodelación del “Calvario” (en cuya cuesta, precisamente tiene levantado un busto en su honor), creando la famosa “casa del Hijarano” y, por supuesto, siendo el gran ideólogo e impulsor de la fundación de la “Ruta del Tambor y Bombo” (de hecho, fue su primer presidente). Tan eficiente y exitosa sería su promoción, que en el BOE de 21 de febrero de 1966 sería publicada la resolución de la Subsecretaria de Turismo por la cual quedaba concedida a la Semana Santa de Híjar la declaración como “Fiesta de Interés Turístico Nacional” (la segunda fiesta en obtener esta declaración en Aragón, tras las “Fiestas del Pilar”).
Y tanta relevancia tendría en toda la comunidad aragonesa que, incluso prevalecería su promoción sobre la propia Semana Santa de Zaragoza, puesto que mientras en la capital aragonesa durante la década de los años sesenta se dejó de celebrar el pregón, abandonando progresivamente la edición del cartel anunciador o el clásico programa de actos que aglutinaba información conjunta de todas las procesiones y cofradías, la promoción de las celebraciones pasionistas de la localidad bajoaragonesa alcanzaría su cenit, llegando incluso a que en los años 1965 y 1967 se celebrara en las sedes de la Diputación Provincial y del Ateneo de Zaragoza (ubicada en el Casino Mercantil) respectivamente, los pregones de la Semana Santa de dicha localidad a cargo del canónigo Simón Calvo Pina y del escritor y poeta Francisco Montero Galvache, organizando paralelamente un ciclo de actividades que incluiría una exposición de pasos y enseres (cosa que en la Semana Santa de Zaragoza no se pudo llevar a cabo hasta casi dos décadas después), sesiones académicas y hasta la proyección de la película en color y sonido “Semana Santa de Hijar” del cineasta Conrado Tomás.
Así, a las doce de la mañana del 3 de abril de 1966 daba comienzo el «I Gran Concurso de Tambores y Bombos» en la plaza porticada. Un enclave que se encontraría abarrotado de público y que quedaría adornado tanto con el escudo del Cuadro Artístico como por una gran reproducción del archiconocido cartel de Ángel Lalinde que sería utilizado también para construir en 1981 el monumento de la Semana Santa de la localidad, realizado con azulejos por Manuel Abad Marín (miembro de una de las sagas de artistas ceramistas más prestigiosas del Levante español). En esta primera edición del concurso únicamente participarían tres cuadrillas infantiles, otras tres juveniles y cinco de mayores, resultando ganador de esta última la cuadrilla “Los Amigos de Antonio”, encabezada por Antonio Gerique.
Nuestra Cofradía acudiría a esa primera cita de forma algo improvisada, saliendo de Zaragoza en coches particulares, parando a almorzar en la cercana estación de servicio de Venta del Barro y llegando a Híjar para presenciar las actuaciones de las cuadrillas locales, incorporándose al final del evento, lógicamente “fuera de concurso”, porque la participación estaba restringida a grupos de la localidad organizadora. Dicha representación, encabezada por el propio hermano mayor, Mariano Bíu, estaría compuesta por veinte tambores, cinco timbales y la corneta heráldica tocada por el hermano que durante tantos años hizo sonar este particular instrumento, José Ignacio Vela. La crónica aparecida en “El Noticiero”, el Martes Santo, 5 de abril de 1966, describe de forma clarificadora esta primera participación:
«El pasado domingo se desplazó de nuestra ciudad a la turolense de Híjar un pequeño grupo de la Sección de tambores de la popular Cofradía de las Siete Palabras y de San Juan Evangelista. Figuraban al frente el Hermano Mayor de dicha cofradía, don Mariano Bíu; el jefe de tambores, don Cayetano Ortiz; y los subjefes señores Ibáñez y Emperador. Integraban el grupo veinte tambores y cinco timbales. Fue su principal motivo presenciar el interesante Concurso que en Híjar se celebraba entre sus típicas y renombradas “cuadrillas de tamboreros”. Una vez terminadas las intervenciones locales, el grupo que había sido gratamente recibido por autoridades y vecindario, fue invitado a su intervención fuera de concurso, la que realizó gustoso interpretando dos de sus toques más característicos que fueron muy aplaudidos.
Y tras asistir a la entrega de premios del certamen local, brillante al extremo, don Mariano Bíu en nombre de los expedicionarios, agradeció la hermandad y buen recibimiento al señor alcalde don Jesús Gómez, al señor párroco don Ramón Espín y demás personalidades de la villa, saliendo del pueblo a los acordes solemnes y ceremoniosos de otras dos de sus marchas, que en la mañana y la tarde del Viernes Santo resonará en las calles de Zaragoza, con su emocional acento bajo-aragonés».
El Noticiero, 5 de abril de 1966: Redobles zaragozanos en el prólogo de la Semana Santa de Híjar
Nuevamente, la Cofradía participaría en la segunda edición del «Gran Concurso de Cuadrillas de tambor y bombo» celebrada el 19 de marzo de 1967 asistiendo, del mismo modo que una representación de Calanda, «en visita de hermandad» actuando, consiguientemente, «fuera de concurso» al seguir las bases limitando la inscripción a cuadrillas locales. De esa segunda edición, en donde el jurado conformado por «el cantador don Francisco López, don Valero Gómez, don Antonio Espinosa y don José Laborda, antiguos y expertos tamboreros» otorgaría el primer premio de la categoría de adultos a la cuadrilla de Joaquín Lasala, se conoce por la crónica de “El Noticiero” publicada bajo el título “Visita de Hermandad a Hijar”, que nuestra representación llegó a la plaza tocando “La Palillera” para, acto seguido pasar a presenciar el desarrollo del concurso, realizando a su conclusión unos toques de exhibición y emprendiendo, «entre salvas de aplausos y muestras de entusiasmo» un desfile general para dirigirse «a sus coches al son de la “Pepinera” de Alcañiz y llegando a Zaragoza sobre las dos y media de la tarde».
Después de estas dos primeras ediciones, llegaría una tercera con un renovado sistema, puesto que esta vez sí se iba a posibilitar la participación de pleno derecho en el concurso a cuadrillas de fuera de Híjar. De este modo, y en un «ambiente de mejor concordia, confraternización y nunca de competencia», se desarrollaría el concurso del año 1968, en el que además de las cuadrillas hijaranas, la representación calandina y la de nuestra Cofradía, también acudiría una cuadrilla de Alcañiz, encabezada por el gran José Alejos Salvo que, «con su fino redoblar y llamativos toques» se alzaría con el máximo galardón.
Desde entonces (y excepto en la edición de 2010, además de las consabidas ediciones de 2020 y 2021 suspendidas por la pandemia de coronavirus), la representación de la Cofradía nunca ha faltado a la cita de cada Domingo de Ramos, desplazándose desde nuestra ciudad durante muchos años de las décadas de los años setenta, ochenta y noventa del siglo pasado acompañada por la práctica mayoría de cofradías y hermandades zaragozanas, quienes también se inscribían en el certamen ya transformado en “Concurso Nacional”, llegando incluso a formarse una cuadrilla “intercofradías” compuesta por los delegados y jefes de las secciones instrumentales de la Semana Santa zaragozana.
Convertido el concurso en una verdadera jornada de fraternal convivencia, mucho más desde que a mediados de los años ochenta a nuestro peregrinar a la “Tierra Santa del Tambor y el Bombo” se incorporara una representación del grupo infantil de la sección, a lo largo de los años la Cofradía ha podido disfrutar y aprender de auténticos maestros de la percusión que contribuyeron de manera decisiva a que nuestros sonidos sufrieran una notable evolución. Por ello, es de justicia mostrar nuestra admiración y agradecimiento a estos pioneros “hombres del tambor” que lideraron cuadrillas míticas como los propios Alabarderos de Hijar o las encabezadas por Antonio Aguilar, Paco Arbiol, Miguel Franco, Tomás Gascón, Antonio Gerique, Álvaro Gros “El Almudero”, Joaquín Lasala, Santiago Monzón y otros muchos maestros tamborineros, incluidos nuestros “profesores particulares” José Alejos Salvo o Antonio Herrero.
Con todas la nociones aprendidas, junto a la incorporación de los primeros bombos que, como es sabido, precisamente fueron adquiridos a uno de los nombres grabados con letras de oro en el palmarés del concurso como es el calandino Tomás Gascón, nuestra Cofradía comenzaría a competir seriamente por los primeros puestos con marchas como “El Rompemuñecas” o con la posterior introducción de las timbaletas que supondría toda una revolución en la búsqueda por sonidos más puros pero rompedores a la vez. De este modo, y después de varios segundos y terceros puestos, podríamos alzarnos con el primer premio tanto en los años 1976 como 1977, repitiendo triunfo en otras seis ocasiones más en la categoría de “mayores” (1979, 1988, 1989, 1992, 2000 y 2001) y otros dos más en “infantiles” (1997, 2000), siendo todo un honor para nuestra Cofradía compartir palmarés con cuadrillas tan excelsas como la calandina de “El Nazareno”; las hijaranas de “La Esperanza”, de “El Nazareno”, del “Santo Entierro” o de “El Encuentro”; las turolenses “cuadrillica de la Muerte” o de la “Casa del Tambor y el Bombo”; o la “cuadrilla” de Andorra; además de las secciones instrumentales de la Cofradía de Jesús Nazareno de Fuentes de Ebro, de la zaragozana Cofradía del Señor Atado a la Columna o de la Hermandad del Santísimo Cristo del Calvario de la localidad castellonense de Almassora.
Pero al margen de los resultados, el mejor de los galardones que hemos podido obtener a lo largo de los años son las innumerables muestras de cariño que hemos recibido año tras año tanto de la organización, como de los miembros de las otras cuadrillas como de todo el pueblo hijarano, que siempre nos ha tenido “como uno más de los suyos”. Por nuestra parte, y además de estar eternamente agradecidos a todos ellos, solo podemos tratar de mantener, pese a todas las dificultades que se presenten, nuestro compromiso por seguir compartiendo esta pasión, continuando perennemente adhiriéndonos a esas palabras pronunciadas por Mariano Laborda que sientan las verdaderas bases por las que debe regirse un concurso de instrumentos entre cofrades:
«Entre hermanos en el sentir y amar nuestras sagradas tradiciones, no caben querellas ni rivalidades, ya que todos tocáis el tambor maravillosamente, magistralmente y todas las cuadrillas habréis de merecer el premio, aunque una sola se lo lleve, no porque toque más y mejor, sino porque así ha de ser, y así han de quererlo las demás cuadrillas, velando por los intereses generales de la región y del Bajo Aragón. Quien no piense y actúe así, no está con el espíritu del Concurso».
Mariano Laborda Gracia, fundador del Concurso Nacional de Hijar
II) El Concurso-Exaltación de los Instrumentos Tradicionales de la Semana Santa de Zaragoza
En el año 1973, la Junta Coordinadora de Cofradías trataría de impulsar iniciativas que pudieran revitalizar las celebraciones populares de la Semana Santa zaragozana: la reorganización tras un parón de quince años del Pregón de la Semana Santa y el desarrollo de un evento similar al citado concurso de tambores y bombos que se celebraba desde 1966 en Híjar.
Con la organización de este evento se pretendía alcanzar tres grandes objetivos: «dar vivencia a la Semana Santa sin salirnos de nuestra propia esencia regional; ofrecer un acicate a la juventud, de la que no se puede esperar hoy que asista a las procesiones con un hacha y un rosario. Y una idea más ambiciosa: dar a conocer a nivel nacional la Semana Santa aragonesa, cuyo ritual formal tiene un protagonista fabuloso: el tambor» (Zaldívar Iglesias y Garuz Fernández, 1976). Intenciones que aún serían más necesarias teniendo en cuenta que en los días previos a la esperada cita, varias secciones instrumentales se encontraron con la desagradable sorpresa de ser expulsados de su lugar de ensayos por reclamaciones vecinales, y que el propio Ayuntamiento de Zaragoza había acordado el 4 de abril «no acceder a la petición de un trofeo formulada por don Carmelo Zaldívar con destino a un concurso de tambores organizado por las cofradías de Zaragoza en Semana Santa». Pese a todos los problemas, lluvia incluida, la jornada que se celebraría en la mañana del Domingo de Pasión, 8 de abril de 1973, sería un completo éxito:
«Un estruendo rítmico llenó de sonidos de tambor toda la ciudad durante la mañana de ayer. Amenazaba lluvia y hasta cayeron algunas gotas, pero cientos y cientos de zaragozanos quisieron permanecer a pie firme en torno al primer concurso de Tambores de las Cofradías zaragozanas de Semana Santa. Era la primera vez que un acto de este tipo (muy arraigado ya en los pueblos del Bajo Aragón por tradición secular) se celebraba en la capital de Aragón. Primera, pero sin duda, no última vez, ya que la nutrida participación de bandas de tambores y de público hacen esperar que una costumbre tan aragonesa haya arraigado rápidamente en nuestra ciudad y que este concurso se ha de convertir en un número importante de nuestra expresión particular por la Semana Santa.
Representantes de todas las Cofradías formaban el jurado ante el Monumento de los Caídos de la plaza de las Catedrales, bajo la presidencia de don José María García Belenguer, hermano mayor de la Cofradía de la Sangre de Cristo. Los premios a las mejores bandas de tambores, que han tenido bastantes dificultades este año para ensayar cada tarde por falta de lugares adecuados, recayeron en las cofradías de San Joaquín y la Virgen de los Dolores, de las Siete Palabras, de la Piedad y de la Coronación de Espinas. El acto, sumamente popular, concluyó con el pregón de la Semana Santa en medio de un profundo silencio, a cargo de José María Zaldívar».
Aragón Express, 9 de abril de 1973
En esta primera edición, solo participaron grupos de cofradías y hermandades zaragozanas, estando compuestos por un máximo de quince integrantes, «para garantizar la uniformidad y que el volumen de la emisión sonora pueda calificarse de forma más precisa por el Jurado nombrado al respecto». Además, tocaron tambores (la mayoría todavía con parches de piel), timbales y muy pocos bombos, algunos como nuestra Cofradía, con enormes calandinos, y otros, con algún bombo construido artesanalmente o adaptado de baterías.
A diferencia de lo que sucede en la actualidad, donde las votaciones son efectuadas por un representante de cada una de las cofradías participantes en la modalidad, en aquellos primeros años las puntuaciones con las que se calificaba a cada participante eran otorgadas por un jurado de expertos musicólogos, formando parte del mismo personas tan reputadas en el panorama musical zaragozano como Pedro Raventós Gaspar (director de la Unidad de Música de la Academia General Militar), Victorino Bel Castel (director de la banda de la Diputación Provincial), Fernando Tomás Iñiguez (teniente director de la banda del Regimiento de las Navas) y otros directores de bandas, corales y profesores de conservatorios.
Como señala la crónica citada, nuestra Cofradía consiguió un meritorio segundo premio, alzándose con el máximo trofeo el grupo de la Hermandad de San Joaquín y de la Virgen de los Dolores quienes tocaron «una marcha sevillana de salida, y luego la Marcha 72 y la Marcha 78, originales de uno de los componentes de la banda» (El Noticiero, 13 de abril de 1973). Una cuadrilla que pasaría a la historia como también lo haría la persona que la dirigía, el mítico Eduardo Morata Rodríguez, quien como siempre supo hacer, se mostró contento y satisfecho por lo conseguido por su hermandad, pero mucho más por la unión fraternal y la competitividad sana con la que se desarrolló el concurso, señalando en una entrevista publicada en “El Noticiero” que «fue realmente bonito ver cómo las cofradías zaragozanas, a pesar de la amistosa rivalidad que siempre ha habido respecto a tocar el tambor mejor que los demás, vinieron a estrecharnos la mano y a felicitarnos».
Desde esa primera edición hasta 1988, el evento se desarrolló en la plaza del Pilar, delante del denominado Monumento a los Caídos. En la parte alta de este singular enclave (que fue inaugurado en 1953 a modo de gran altar y que fue construido en hormigón armado revestido de sillería de piedra de la Puebla coronándose con una gigantesca cruz), se situaba el jurado, la presidencia y los guiones y estandartes de las cofradías, hermandades y agrupaciones participantes, reservándose la parte baja como zona de actuación de las cuadrillas y para colocar las sillas para el público.
Con el cambio de ubicación debido a las obras de reforma del entorno propiciadas por el Plan de Ordenación Urbana de 1988 y que conllevaron el traslado del citado monumento al Cementerio Municipal de Torrero, la Junta Coordinadora de Cofradías se vio obligada a cambiar el lugar de celebración de la por entonces jornada de «Exaltación a los Instrumentos de la Semana Santa» (ya que solamente había dicha modalidad), escogiendo el Jardín de Invierno del Parque Grande (que por aquel entonces todavía recibía el nombre de «Primo de Rivera»). Inaugurado en 1959 reaprovechando el terreno de una antigua gravera de la zona conocida como Cabezo de Buenavista, este amplio espacio contaba ya con un escenario de mampostería habiéndose utilizado desde 1960 para acoger festivales de folclore, espectáculos teatrales, verbenas y conciertos. Celebrándose en este paradisíaco lugar entre 1989 y 1991, sin embargo no acabaría de cuajar tanto por las dificultades que presentaba para llegar al mismo con hábitos e instrumentos, como por las circunstancias meteorológicas de esas ediciones, alternando bajas temperaturas pero con un reluciente sol, con la lluvia que en 1990 provocó la suspensión parcial.
En 1992, se produciría el eventual regreso a la plaza del Pilar, si bien en esa única ocasión se celebraría en el espacio existente frente a la Casa Consistorial junto a la Delegación del Gobierno. Además, la edición de ese año presentaría la novedad de la coexistencia de modalidades, concurso y exaltación, decidiendo cada cofradía en cuál de ellas participar.
La edición de 1993, la XVIII sería nuevamente rebautizada como «Concurso de Tambores y Bombos y Exaltación de los Instrumentos tradicionales de la Semana Santa de Zaragoza» correspondiéndole el turno de su organización a nuestra Cofradía quien, con el fin de evitar los problemas provocados por la climatología, decidiría buscar un recinto que estuviera a cubierto y que fuera suficientemente espacioso y cómodo, tanto para los participantes como para el numerosísimo público que cada vez más acudía al evento. Tras realizar diferentes gestiones, se obtuvo el pertinente permiso de la Diputación Provincial de Zaragoza para poder utilizar la Plaza de Toros, o el «coso de Ramón Pignatelli», por ser este ilustre canónigo zaragozano quien en 1764 impulsara su creación de tal modo que parte de los ingresos obtenidos fueran destinados para sostener los cuantiosos gastos que el Real Hospital y Casa de Nuestra Señora de la Misericordia debía acometer para atender las diversas necesidades de los niños huérfanos que residían en dicho centro y que no solamente recibían manutención sino también formación en un oficio.
Conocida igualmente como «La Misericordia», la plaza cumplía a la perfección los requisitos previstos pues presentaba un aforo superior a los diez mil espectadores además de estar cubierta desde la feria del Pilar del año 1990, siendo la primera instalación de este tipo en toda España gracias a la iniciativa del empresario Arturo Beltrán y a las labores técnicas del arquitecto aragonés José María Valero Suárez y del ingeniero alemán Rudolf Bergemann.
En este enclave se desarrollaría el evento ininterrumpidamente hasta el año 1999, comenzando después una época en la que, principalmente se escogerían pabellones polideportivos. Así en el año 2000, se celebraría Palacio Municipal de Deportes (conocido popularmente por su forma, el Huevo), dándose dos circunstancias históricas: por una parte, la celebración vespertina del acto; y por otra, más particular, que por primera vez nuestra Cofradía tendría doble participación, puesto que al habitual grupo de concurso se le uniría otro de veteranos que recibirían el homenaje al cumplirse sesenta años de la primera vez que una sección de instrumentos participara en las procesiones de la Semana Santa de Zaragoza.
Desde entonces, la tónica general ha sido el elegir otra instalación deportiva como lugar de celebración, el Pabellón Príncipe Felipe, desarrollándose allí desde el año 2001 hasta 2019, excepto cuando éste ha estado ocupado por algún otro evento ya programado, debiendo regresar entonces a la Plaza de Toros como sucedería en las ediciones de los años 2008, 2009 y 2012, está última ocasión además presentándose el ruedo totalmente cubierto por una espectacular moqueta en la que se reproducía el guion titular de la Cofradía Jesús de la Humillación, María Santísima de la Amargura y San Felipe y Santiago el Menor, corporación organizadora en dicha ocasión.
Como es obvio, nuestra Cofradía participa en el evento desde su primera edición, habiendo obtenido diversidad de trofeos y menciones, aunque sin alcanzar nunca el primer premio en las veces que tomó parte de la modalidad del concurso, lo que hizo hasta el año 2000, pasando desde el año siguiente a hacerlo siempre en la modalidad de exaltación.
El palmarés de la modalidad de concurso está encabezado por la Real, Pontificia, Antiquísima, Ilustre, Franciscana y Penitencial Hermandad y Cofradía del Señor Atado a la Columna y de Nuestra Señora de la Fraternidad en el Mayor Dolor quien ha vencido en 13 ocasiones y por la Cofradía del Descendimiento de la Cruz y Lágrimas de Nuestra Señora, quien lo ha hecho en 12; les siguen la Hermandad de San Joaquín y de la Virgen de los Dolores, con 9 primeros premios; y la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad y del Santo Sepulcro, que lo ha hecho en 4. Además, dos cuadrillas bajoaragonesas también consiguieron alzarse con el deseado galardón: la cuadrilla de Samper de Calanda (1980) y la cuadrilla representante de la villa de Híjar (1981).
III) La Exaltación Infantil de los Instrumentos Tradicionales de la Semana Santa de Zaragoza
Una de las fechas marcadas del calendario cofrade zaragozano es, sin lugar a dudas, el día en el que se celebra la exaltación infantil de los instrumentos tradicionales. Un evento en el que cada año se reúnen centenares de niños y niñas que demuestran, no solo que sean el futuro de nuestras cofradías y hermandades (¡qué lo son!) sino que ya son el presente, puesto que muy pocos son los cofrades “adultos” que viven la Semana Santa como lo hacen ellos.
La incipiente participación de cuadrillas de niñas y niños en el “Concurso Nacional” de Híjar, que como se ha indicado anteriormente se remonta a la primera edición, pronto se extendería a otros eventos similares de tal modo que, por ejemplo, en la segunda edición del certamen de Zaragoza celebrada en 1974 se presentó fuera de concurso una cuadrilla infantil procedente de Calanda. Localidad ésta que, precisamente al año siguiente, organizaría un concurso de bombos y tambores exclusivamente dedicado a cuadrillas infantiles. Organizado por la Delegación Provincial de la Juventud, a través del Servicio de Actividades Culturales, reunió a grupos de las distintas localidades del Bajo Aragón, contando con la participación de cuadrillas de Alcorisa, La Puebla de Hijar, Samper de Calanda y dos de la localidad organizadora, demostrando todas ellas «gran perfección y armonía en sus redobles» pese al intenso frío vivido durante la jornada.
Años después, en 1984, sería la localidad de Samper de Calanda quien también celebrase un concurso bajo el impulso del Centro de Iniciativas y Turismo, acudiendo diversas cuadrillas y secciones infantiles de diversidad de puntos de la geografía aragonesa, incluyendo nuestra Cofradía que obtuvo un meritorio tercer premio a escasa puntuación de la Cofradía del Señor Atado a la Columna, quien se alzaría con el máximo galardón de un evento en el que «todos quieren ser los mejores» pero en donde «no hay discordias entre ellos».
En 1982, la Junta Coordinadora de Cofradías de nuestra ciudad ya había posibilitado la participación de grupos infantiles (e incluso juveniles) en el certamen de instrumentos tradicionales que se celebraba en la plaza del Pilar junto al “Monumento a los Caídos”. Y así sucedería hasta 1993, edición precisamente organizada por nuestra Cofradía en la “Plaza de Toros de la Misericordia”. Sin embargo, la excesiva duración del acto unido a una aparente pérdida de interés de una buena parte del público asistente, más pendiente de conocer las puntuaciones y de la entrega de premios, haría que en 1994 y por iniciativa de la Cofradía de la Exaltación de la Santa Cruz, se promoviera la creación de un acto propio y en un día distinto al de los “mayores”, en el que los más pequeños de las cofradías zaragozanas fueran verdaderamente los protagonistas y deleitaran con su sonidos a sus familiares y al resto de cofrades zaragozanos.
Para esa primera ocasión elegirían las instalaciones del “Colegio de Fomento Sansueña”, escogiéndose para sucesivas ediciones varios colegios como el Pompiliano de las RR.MM. Escolapias (1995), “San Vicente de Paúl” de las Hijas de la Caridad (1996), “Centro San Valero” (1997), “El Salvador” de los Padres Jesuitas (1998), “Santo Domingo de Silos” (1999), “San Agustín” de los Padres Agustinos (2001), “Agustín Jericó” (2002), “La Salle-Gran Vía” (2003), “Nuestra Señora del Pilar” de los HH. Maristas (2004) o el titular de las Hermanas Dominicas de la Anunciata. (2006), alternándose con otras dependencias municipales como el “Parque de Atracciones” (2000).
Debido a las diversas ocasiones en que se había tenido que suspender el acto por las inclemencias meteorológicas cuando se realizaba al “aire libre”, se determinó la celebración del evento en un pabellón polideportivo. Así, tras un primer intento en el pequeño “Pabellón de las Tenerías” y en el no más grande de “La Salle Gran Vía”, en el año 2008 y ante esta otra problemática suscitada respecto al aforo, se decidiría buscar un emplazamiento público que cubriera todas esas necesidades, designándose primeramente una de las más modernas instalaciones municipales, el “Pabellón Siglo XXI”, trasladándose en el año 2019 al “Pabellón Príncipe Felipe”.
En el citado acto, y en cumplimiento de la normativa que lo regula, pueden participar cofrades hasta un máximo de catorce años debiendo ir ataviados con el hábito penitencial y con la obligación de interpretar dos marchas en un tiempo máximo de cuatro minutos y medio.
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