“Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. El Viernes Santo, dos días antes de resucitar de entre los muertos, Jesús hace esta asombrosa declaración de que hoy el buen ladrón estará con él en el Paraíso.
Descubrimos que Dios tiene un sentido del tiempo diferente del nuestro. Dios nos perdona antes siquiera de que hayamos pecado y Jesús promete llevar a este ladrón al Paraíso antes incluso de que él mismo haya resucitado de entre los muertos. Esto es así porque Dios vive en el hoy de la eternidad. Y la eternidad de Dios ya está irrumpiendo en nuestras vidas. La eternidad no es lo que sucede al final de los tiempos, después de que hayamos muerto. Cada vez que amamos y perdonamos, ponemos un pie en la eternidad, que es la vida de Dios. Y esta es la razón de que podamos sentirnos dichosos incluso el Viernes Santo, incluso ante la perspectiva del sufrimiento y de la muerte.
Este hombre le dice a Jesús: «Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino». Reconoce que Jesús es rey. ¿Qué puede querer decir el hecho de aceptar que este hombre humillado e impotente, colgado de una cruz es un rey? Esto es lo que significa: Jesús nos prometió que seremos dichosos y así será. Los seres humanos estamos hechos para ser dichosos y ninguna de las fuerzas que amenazan nuestra dicha prevalecerá. La dicha no es una emoción que podemos tener o no tener, así sin más. La dicha es estar vivo.
Alcanzaremos nuestro destino y nada podrá impedirlo, porque Jesús lleva las riendas. Vivimos en una sociedad extraordinariamente preocupada por la búsqueda de la felicidad. Vivimos atemorizados por todo aquello que pudiera amenazar dicha felicidad: la soledad, la ruptura de las relaciones, el fracaso, la pobreza, la desgracia. En el día de hoy nos regocijamos, porque Jesús nos dice a nosotros también: Estarás conmigo en el Paraíso». Lo único que tenemos que hacer es aceptar este don, una vez que venga. Jamás se dice en el evangelio que los dos hombres colgados a ambos lados de Jesús fuesen ladrones. Únicamente se habla de que eran dos malhechores. Pero la tradición se muestra sabia al llamar a este hombre «el buen ladrón». Se trata de una muy buena descripción. Sabe cómo hacerse con lo que no le pertenece. Ha dado el golpe más asombroso de toda la historia. Obtiene el Paraíso sin tener que pagar nada. Al igual que todos nosotros. Tan sólo necesitamos aprender a recibir.
Dios no cesa de lanzarnos a la felicidad. Debemos aprender a mantener los ojos y las manos bien abiertos, para que podamos atraparla cuando llegue. Dios nos lanza una y otra vez la felicidad, a condición de que nuestra vista sea lo bastante rápida como para identificarla.
¿En qué consiste esta felicidad que Jesús nos ofrece? Jesús la describe como el Paraíso.
Esa relación perdurará, como perdurarán nuestras relaciones Con quienes nos han precedido. ¿Cómo iba Dios a destruir ese amor? Los amigos y familiares que han muerto se reunirán un día con nosotros, en el lugar que Dios nos ha preparado.
Dios nunca destruiría el amor ni las relaciones de amor que El mismo ha establecido con cada uno de nosotros, ni tampoco las que nos unen a unos con otros.
Oramos para que un día también nosotros estemos con Jesús en el paraíso. La palabra de Jesús nos lo garantiza. Y la Pascua nos sirve de prueba. Y sabemos que Dios nunca destruirá las relaciones de amor que tiene con nosotros. Y un día, como el buen ladrón, veremos que todo ello es cierto.
Rvdo. D. José Luis Lázaro Ansola
Sacerdote diocesano y miembro del Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME)